Visita a Mashatu

El día comenzó muy temprano: con el despertador sonando a las 5 de la mañana. La visita a Mashatu había surgido de una forma improvisada, una decisión de última hora para aprovechar al máximo un viaje de trabajo, en el que uno de los varios objetivos era visitar en un tiempo record varios lugares en Botswana y Sudafrica aun desconocidos para nosotros.

Mirando el mapa de Botswana, la reserva de Tuli en el sureste el país, donde se encuentra Mashatu, parece un pequeño punto encastrado contra las líneas fronterizas que señalan el fin de Botswana y el comienzo del territorio de Zimbabwe al oeste y de Sudáfrica al sur.

Y cuando el cansancio es tan grande que se desborda hacia el exterior de todos tus poros en forma de ojeras y cara demacrada, que ves reflejada en el espejo aún tras una ducha rapidísima, que por supuesto no cumplió su objetivo de escurrir el sueño por el desagüe, no podía evitar pensar que casi seguro había sido no muy inteligente tomar esa decisión de última hora, que nos llevaba a enfrentarnos a los 550 km que separan Gaborone de ese pequeño punto del mapa.

Por supuesto, la cafetería del hotel aún estaba cerrada, y la posibilidad de encontrar algún lugar en Gaborone que a las 5 y media de la mañana nos ofreciera un café para mejorar un poco mi estado de ánimo, era algo impensable. Así que tuve que conformarme con uno de los cafés solubles que había en la habitación.

Nos pusimos en marcha sabiendo que el primer lugar donde podríamos encontrar un desayuno, era en la población de Mahalapye, a 200 km de Gaborone. Botswana es un país con una superficie de aproximadamente 1,2 veces la de España, pero con un total de población de unos 2.000.000 de habitantes. Estos datos son un hecho que constata la necesidad de tener un punto de autosuficiencia cuando te desplazas por el país.

Pronto el sol empezó a asomar tímidamente y el cielo comenzó a colorearse con esos tonos que creo que sólo es posible ver en el África austral. Y este espectáculo diario empezó a actuar como un excelente bálsamo contra mi estado de ánimo.

Mahalapye, con una población de unas 40.000 personas es una de las ciudades más grandes del país, y esperábamos que fuera un lugar en el que encontraríamos fácilmente donde desayunar. Tras parar en un par de gasolineras, y en un Lodge local cuya existencia nos costó entender (¿quién y con qué motivo se alojaría en un establecimiento así, aparentemente alejado de cualquiera de los numerosos atractivos turísticos y naturales del país?), finalmente dimos con un lugar en el que pudimos tomar un aceptable desayuno, bastante americanizado, a base de café, zumo de botella, salchichas, patatas, huevo y sándwich de bacon, sin bacon, porque se había acabado. En fin, estas cosas pasan en Botswana.

Continuamos nuestra ruta que seguía hacia el noroeste, en paralelo a la frontera sur de Sudáfrica, hacia Bobonong, población de la que nos separaban otros 250 km, y que era el último lugar en el que podríamos repostar gasolina. Pero Bobonong, con sus casas tradicionales circulares de adobe y techo de paja, sólo contaba con una gasolinera en la que no aceptaban tarjeta de crédito.

Y nosotros nos habíamos quedado sin pulas. Era sábado y los bancos estaban cerrados. Teníamos gasolina suficiente para cubrir los aproximadamente 150 km ya de carretera de grava no asfaltada, que nos separaban de Mashatu. Pero si en el Lodge no nos podían ayudar, al día siguiente podríamos tener problemas.

Llegamos a Mashatu, en Tuli Block, sobre las 2 de la tarde y la cálida recepción de todo el personal terminó de sacudir cualquier resto del estado de ánimo negativo producto del cansancio. Tras una puerta enmarcada en un sobrio muro de piedra, comenzaron a aparecer los edificios que componen el conjunto del Lodge: la recepción, la librería con la tienda de regalos, la zona del comedor, el bar, la boma para las cenas… Todos ellos decorados con una bella elegancia salpicada de artículos de artesanía africana, y ofreciendo todo el confort que los viajeros más exigentes pueden esperar.

Cada uno nos alojamos en uno de los lujosos bungalows, preparados para alojar 2 personas o familias de hasta 4 miembros, con un excelente frontal de cristal que ofrece aislamiento al bungalow permitiendo que la belleza del exterior forme parte del habitáculo. Los excelentes sofás ubicados frente a este enorme cristal ofrecían un espacio delicioso para disfrutar de la lectura de un libro o simplemente de la observación. Desgraciadamente sabíamos que el escaso tiempo que íbamos a pasar allí no nos permitiría utilizarlos demasiado. Tras una rápida visita a todas las instalaciones del Lodge, y un almuerzo ligero que nos ofrecieron en forma de buffet variado y de presencia muy atractiva, nuestro guía Kaiser, y el rastreador que le acompañaba, vinieron a buscarnos para realizar una salida de safari por la reserva.

Mostrando la profesionalidad que caracteriza a todo el equipo de Mashatu, comenzaron preguntando por nuestros intereses durante el safari. La respuesta fue rápida y sencilla: nos encantaría ver leopardos. Sabíamos que no era tarea fácil, pero por pedir, que no quede. Y Kaiser nos prometió hacer todo lo posible por conseguirlo.

Tras aproximadamente una hora de rastreo y de buscar y seguir huellas, tiempo en el que nos cruzamos con diferentes animales como jirafas, impalas, cebras…. un bello ejemplar de leopardo apareció a unos metros de nuestro coche. Para mí la impresión fue espectacular. Contener un grito de emoción fue tarea complicada, pero conseguí sobreponerme y colocar la cámara para captar algunas imágenes.

Los aproximadamente 15 minutos que estuvimos observando a aquel impresionante ejemplar, es un espacio de tiempo que nunca olvidaré. El leopardo estaba totalmente relajado y nos ignoró. Se paseó tranquilamente hasta tumbarse bajo unos matorrales, en un lugar por cierto con una luz difícil para las fotos.

Allí tranquilamente comenzó con una sesión de perezosos bostezos que nos mostraban su impresionante dentadura, para continuar con una sesión de aseo, con esos movimientos y expresiones que me sorprendieron por lo familiares que me resultaban por la similitud en posturas y movimientos con las que a diario veo realizar a mis gatos.

Finalmente comenzó un perezoso paseo, caminando con elegantes y seguros movimientos, mientras nosotros le seguímos durante unos minutos a una distancia corta, pero suficiente para respetar su espacio, hasta que nos cruzamos con otro vehículo 4×4 con otros clientes del Lodge.

Y siguiendo el protocolo de la reserva, que marca que preferentemente no haya más de 2 vehículos observando a un animal, cedimos el momento a los otros viajeros, y continuamos nuestra ruta. Estaba comenzando a caer la luz del día.

Pero aún tuvimos la suerte de cruzarnos con una pareja de león y leona que disfrutaban de un momento íntimo. Seguro que no muy lejos había más leonas, pero era demasiado tarde para continuar el rastreo y comenzamos el regreso al Lodge.

Aún hubo tiempo para una parada de unos minutos para disfrutar de una cerveza mientras observábamos la puesta de sol y cruzarnos con alguna cebra a la que pudimos ver con los potentes focos que llevan los vehículos de Mashatu, mientras Kaiser continuaba conduciendo, orientándose campo a través, por algún método absolutamente incomprensible para mi.

La experiencia en Mashatu, aunque para mi fue demasiado corta, es algo que siempre recomendaré.