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Desde Tiger Canyon al norte: parada en Kimberley

Supongo que todos ponemos en nuestra lista de deseos lugares de los que hemos oído hablar, hemos visto fotos, sobre los que hemos leído…. Lugares a los que hemos viajado con nuestra mente y que por algún motivo han hecho saltar un “chip” en nuestro cerebro que nos hace desear estar allí.

Y creo que algo así me pasó con las Cataratas Augrabies. Y en este viaje a Sudáfrica, en el que el leitmotiv era explorar la magnífica floración del desierto del Karoo, una buena parte de la cual se concentra en el Parque Nacional de Namaqualand, decidí incluir todos los lugares que tenía en “lista de deseos” en las poco conocidas regiones sudafricanas de Free StateNorth Cape.

Pero antes de contaros sobre el Parque Nacional Augrabies Falls, os hablaré de Kimberley, donde en ruta desde Tiger Canyon hacia las Augrabies decididí hacer una parada. Porque si la naturaleza es para mí un gran atractivo en los viajes, también lo son todos los lugares relacionados con la historia de un país.

Y no podemos olvidar que Sudáfrica es un país de una larguísima historia. Tal vez de una buena parte de es historia no disponemos de registros escritos, aunque sí hay numerosos registros arqueológicos, como el lugar denominado «Cuna de la Humanidad». Pero desde luego de los últimos 4 siglos, desde la llegada de los holandeses al Cabo de Buena Esperanza y su establecimiento en lo que hoy es Ciudad del Cabo, tenemos un denso registro de acontecimientos históricos.

Y Kimberley es uno de estos lugares. repleto de historia e historias. Incluidas historias de fantasmas!!!!

Kimberley – Diamantes y Guerras

El dramático pasado de Kimberley como una desgarradora ciudad minera de la década de 1880, donde el alcohol fluía libremente, la vida era barata y los accidentes mineros frecuentes, unido al famoso asedio a la ciudad durante la 2ª guerra anglo-bóer, que también provocó un gran número de muertes, ha traído a esta ciudad la fama de ser la ciudad más encantada de todo Sudáfrica, donde se cuenta que hay más de 150 edificios y mansiones encantadas. Curioso?

Desafortunadamente en mi ruta, con sólo una noche de parada en Kimberley, no tuve tiempo ni oportunidad de realizar uno de los tours guiados que ofrecen la visita de alguna de esas “mansiones encantadas” de la mano de un guía experto que te cuenta la historia de los fantasmas que la habitan. Así que como en otros tantos viajes tuve que elegir que visitaba en el tiempo que tenía en esta breve parada en Kimberley.

Mi decisión fue visitar el “Gran Agujero”, ese enorme cráter que ha quedado tras la masiva extracción de diamantes en esta región. Mientras observaba esta enorme cavidad desde los miradores, no dejaba de imaginarme el hormiguero humano cavando con picos y palas a lo largo de 73 años, desde que se descubrieron los diamantes en 1987 hasta que se cerró la extracción en 1914. Durante este período se creó una cavidad en la tierra de 17 hectáreas de superficie con una profundidad de 240 m!!!! con la mano de obra de más de 50.000 personas.

Pasearte entre toda la vieja y rudimentaria maquinaría oxidada: grúas, vagonetas, raíles… que han permanecido como testigos mudos de toda la actividad que aquí se realizó, y pasearte por la ciudad-museo que muestra cómo era la vida en Kimberley a finales del siglo XIX, cuando los trabajadores pasaban su día excavando en busca de diamantes y sus noches bebiendo en la taberna, tal vez para olvidar las agotadoras jornadas, tal vez para soñar con una vida mejor mientras veían pasar los diamantes por sus manos, sin duda te transporta 100 años en el tiempo.

Hacia el Parque Nacional de Augrabies Falls

Tras esta visita y viaje al pasado en Kimberly, que duró aproximadamente 3 horas, vuelta al coche para conducir los casi 500 km que me separaban del Parque Nacional de las Augrabies Falls.

A las afueras de Kimberley mi vista topó con una enorme mancha rosa. Tuve que parar el coche, porque me parecieron flamencos. Pero me parecía casi imposible que hubiera allí tal cantidad de flamencos. Así que cogí la cámara a modo de prismáticos, y efectivamente: en las proximidades de la vía de tren había una laguna, seguro salina, repleta con cientos y cientos de flamencos.

Nada parecido a un parque o una zona protegida. Simplemente estaban allí. Desafortunadamente aunque estuve unos 20 minutos intentándolo no encontré camino o carretera que me permitiera acercarme más, y me tuve que contentar con una foto desde una cierta distancia.

Casi en la frontera con Namibia, muy al norte de Sudáfrica, se encuentra este pedacito de tierra protegido como Parque Nacional de las Augrabies Falls y que esconde también muchos tesoros. La ruta hasta allí me llevó a través de varias poblaciones, algunas a orillas del río Orange, atravesando una región sembrada de viñedos de los que se producen caldos con denominación de origen del Orange, y que poco a poco van ganando fuerza y fama en los mercados.

Por supuesto el mayor atractivo para visitar este lejano Parque Nacional es ver las Cataratas. Pero este cañón y caída de agua que crea el río Orange se muestra con menos fuerza y menos espectacular en la época del año que yo lo visité, a inicios de Septiembre, ya que el río Orange, tras los meses de sin lluvias del invierno austral, fluye ya en su ruta hacia el Atlántico con niveles más bajos de agua.

Pero siempre hay que elegir. Y como he comentado al principio de este post, el leitmotiv de este viaje era ser testigo de la floración en el desierto del Karoo, que se produce entre mediados de Agosto y mediados de Septiembre. Como tantas ocasiones en la vida, no siempre se puede tener todo, por lo que ya sabía que llegar a tiempo para la floración implicaba visitar las Cataratas Augrabies me ofrecerían una visión menos espectacular. Pero aun viendo la caída que el río Orange crea aquí, en este momento un poco escasa de agua, os puedo asegurar que no decepciona.

Elegí quedarme 2 noches, ya que estaba claro que el primer día, con la ruta de 500 km desde Kimberley, llegaría tarde. Pero esperaba, y afortunadamente así fue, llegar a tiempo para poder explorar los miradores en un íntimo paseo en el momento de la caída del sol.

Llegué sobre las 16.00 de la tarde, y estando alojada en uno de los bungalows dentro del Parque Nacional tuve la oportunidad de pasear con las últimas luces del día por los miradores que enfrentan el cañón por donde el agua se desploma, creando estas Cataratas. Ver la puesta de sol entre esas rocas rojas, casi en soledad, escuchando el ruido del agua, es algo difícil de olvidar.

The Wilderness Road en el Parque Nacional Augrabies Falls

Augrabies cuenta con varias rutas de exploración, que se pueden seguir a pie, en bicicleta o en coche. Yo decidí realizar la ruta que llaman “the Wilderness Road”, o sea, “el camino salvaje” una ruta circular de unos 94 km que sigue parte del cañón del río Orange con más miradores, y que se adentra en las áreas más salvajes del Parque Nacional.

Durante la ruta puedes esperar encontrar vida salvaje, como leopardos, caracales, gatos salvajes, chacales, jirafas….

Aunque debo decir que no fui muy afortunada con los avistamientos de vida salvaje, a excepción de algún antílope muy a lo lejos y una jirafa.

Pero los paisajes muy propios de esta sección del Kalahari, con zonas rocosas, sus suelos rojizos, la vegetación del Kalahari con numerosos Quiver Tree, este fascinante aloe gigante cuyo tronco parece brillar como si estuviera recubierto de oro con determinadas luces del día, las acacias, las flores en el desierto….

Más de 7 horas explorando con el coche, con la tranquilidad de poderte bajar numerosas veces del coche para realizar tomas fotográficas de paisajes, plantas… y todo ello sin cruzarme con ningún coche en todo ese tiempo, fue una experiencia realmente memorable

Un día de divertida conducción por no excesivamente difíciles caminos terminó con un excelente sabor de boca y un nuevo paseo por las pasarelas de las Cataratas, que me permitieron tras revisar mis fotos del día anterior, tratar de mejorar mis encuadres, además de volver a disfrutar de un nuevo mágico momento con el color encendido de las rocas rojas del cañón, enmarcado con el único sonido de la caída del agua.

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